Series deprimentes
Javier ya no vive sólo: Aragón en la cúspide de su poder decidió autoproducirse una serie en la cual él (ego, yo: Freud tendría un filón con milikito) tendría un lado más humano y se alejaría del carácter pequeño burgués de Médico de Familia. Craso error: Nadie puedo creerse a Emilio como soltero de oro, despreocupado, con carácter social y buscando la redención del género humano. Aparte, su tensión sexual no resuelta con Nuria Roca (la mujer sin personalidad) tenía menos química que Parada y Chelo García Cortés, y el público le dio totalmente la espalda. Puesto que Aragón dramático es puro oxímoron, intentó juntarse con actores más capaces como Emilio Gutiérrez Caba o Fernandito Guillén Cuervo (prototipo del mal actor enchufado ad nauseam por sus contactos en la profesión).
Quién Da la Vez: Todo lo dicho sobre Imanol Arias en Dear Teacher se puede decir de José Sacristán en esta serie. Un ex torero fracasado en las Américas vuelve a España sin un real, y es acogido en una especie de Mercadona por un antiguo amigo. Éste, le conseguirá a Viviano un pequeño papel realizando diversos recados a lo largo del centro comercial (que cabrón el amigo). Para aumentar la tristeza, Viviano no cuenta con un aparato psicomotor al cien por cien, y los trayectos cuesta arriba y abajo tienen mucho de juego de plataformas de Nintendo.
Las aventuras del cojo Viviano se desarrollan en ese microcosmos que es el Mercadona, donde pronto encuentra el amor platónico de una pescadera (Beatriz Carvajal) y la comprensión de Micky Molina, el yonki (no era ese su papel, creo, pero es lo que parece siempre que interpreta algo). No obstante, las desgracias vendrán por el director del centro comercial, el malvado Pepe Sancho, que fastidia a Viviano y a Lydia Bosch (ejerciendo de mujerona en este contexto seborreico). Todo ello, rodeado de secundarios graciosillos como la Chirla (la posterior Juani, Luisa Martín) o Pepe Carabias de huevero. En fin, el bizarrismo ilustrado a través de tramas como la de los Skin o la violación de Lydia Bosch. La serie fue un exitazo y hasta hubo segunda parte. Como consuelo, siempre nos quedará el recuerdo de Miguel Rollán vendiendo videoclips erótico-festivos en su tienda de ultramarinos (Ahí es la primera vez que oí lo de "Rabocop")
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