Galopotorrismo

Feliz me encuentro hoy al haber recibido el post de uno de nuestros lectores. Si hace tiempo Elisa y Pi se marcaron excelentes post sobre la masturbacion (sin olvidar los excelentes trabajos de Tere y Carolina del sur), Vaderetrocordero hoy nos ofrece un estudio necesario, sobre el potorrismo frances, de una profundidad iluminadora. Auroro esta preparando un articulo sobre el potorrismo yanki; interpelo a los lectores que conozcan profundamente alguna cultura extranjera que compartan sus conocimientos potorricos sobre el asunto. Recordar que el potorrismo no es monopolio masculino-hetero, asi que animense!!

Analizar el potorrismo desde el prisma gabacho requiere considerar ciertos aspectos culturales del país galo y echar por tierra algunos falsos mitos.

El gran tópico de la generación de nuestros padres “las gabachas son unas guarras” no tiene ya ninguna validez, puesto que esta máxima tenía su referente en la estrechez de la mujer española católica y decente. En el actual clima de (falsa) liberación sexual, sin embargo, el galopotorrismo sigue manteniendo diferencias con el español, según si abordamos el asunto desde fuera o desde dentro de la cultura gabacha, a saber:



-Visto desde fuera, las francesas son muy suyas. Que viene a querer decir una verdad aplicable a la cultura gabacha en general: El espíritu galo es a partes iguales racional y práctico. Lo que no quiere decir necesariamente egoísta, a pesar de cierta tendencia a cogerse el brazo cuando les das la mano. Las gabachas son abiertas de mente (esto enlaza con el tópico de la generación anterior), pero se implican lo justo y necesario, manteniendo su independencia en todo momento. Es decir, son listas, y no te van a exigir que las llames al día siguiente (tampoco esperes que ellas lo hagan). Sin embargo, cierta influencia del pensamiento romántico las predispone a las relaciones tortuosas una vez que su independencia emocional se ve comprometida.

-Visto desde dentro, Francia trata muy mal a las francesas. Porque si bien su cultura nos dio a feministas del calibre de Simone de Beauvoir, también es la responsable de parir a bolleras hijasdeputa follaniñas como Coco Chanel. De la visión respecto la mujer de esta iluminada del puteo psicológico tenemos en la actualidad la instauración del mito sexual masculino en la psique gabacha: una niña de doce años con tetas de matrona. En sus medios de masas se venera a mujeronas como Monica Bellucci, pero en el fuero interno de los gabachos aún brilla la luz lángida de Vanessa Paradis. Los gabachos son extremadamente exigentes con las mujeres y parece que les da reparo hacérselo con chicas que no hayan salido de una escuela de modelos. Las gabachas que pesan más de cincuenta kilos lo tienen mal para follarse a tíos sobrios en su país, así que en cuanto cruzan los pirineos se topan con el español medio, alucinado con que una tía que no está nada mal tome la iniciativa y se lo esté llevando a lo oscuro. Es decir, que mientras aquí las veneramos (verbigracia del potorrismo) en Francia el potorrismo no existe. ¿Como es posible este insólito fenómeno? La cultura gala vive de las ideas. Si le preguntas a un gabacho qué significa ser francés, te hablara de la igualdad, del concepto de ciudadanía o del compromiso social. Si le preguntas a un español te hablara de la siesta, el tapeo y la fogosidad. Pero mientras nosotros podemos institucionalizar estos conceptos creando el Museo del Jamón, los gabachos se debaten entre sus valores y las bajezas de la vida diaria. La conjunción de lo humano y lo divino, base sustentativa de la cosmovisión del potorrismo, en Francia es una utopía inalcanzable. Allí las mujeres son diosas o campesinas, dos entes de follabilidad nula, y consecuentemente se folla poco y mal. Sí bien se folla más que en España, dado el anteriormente citado carácter práctico de su cultura, se lo toman como algo poco más excitante que el cagar. Aquí se folla menos (las razones son tema para otra disertación), pero cuando tiene lugar ese feliz acontecimiento, amigos, hay fuegos artificiales.



A título personal he de añadir que, desde que abracé el potorrismo como filosofía de vida, me he esforzado por entenderlo en toda su dimensión. Y he llegado a la conclusión de que mi deber moral como español es predicar con el ejemplo y extender la palabra más allá de los pirineos. Porque, para mí, el espíritu último del potorrismo, señores, su naturaleza metafísica, es follar con gabachas. Y suecas.