Crónicas de un Interrail accidentado III

Como destino indiscutible teníamos Sarajevo, 12 horas de tren diurno no nos echaron para atrás, y después de reservar el hostal que nos pareció más seguro, ubicado en la calle Mula Mustafá, nos montamos en nuestro vagón que cortaba el viento a 80km/h, donde el tedio se apoderó de nosotras.

Finalmente, al anochecer llegamos. Como únicas pasajeras del tren, nos sorprendió ver a una mujer apostada en el apeadero, esperando. Mientras se iba acercando nos fuimos percatando de su fisonomía, de rubia desdentada. Pero lo peor fue que decía que trabajaba para nuestro hostel y nos instó a acompañarla.
Sin saber cómo, acabamos en un Seat Panda amarillo conducido por un hombre más turbio aún.

Mientras nos preguntábamos cuánto pedirían de rescate por nosotras, el hombre, que leyó el miedo en nuestros ojos, puso música de Kebab, con la cual nos relajamos. Nuestra primera impresión de Sarajevo fue muy diferente de la que nos esperamos; en vez de una ciudad castigada por la guerra, nos encontramos con un “pequeño Estambul”

El albergue en cuestión, era una caseta de pladur construida al lado de un cementerio, donde la única fuente de calor eran unas mantas con motivos pornográficos.
Como compañeros de “caseta”, teníamos a dos servios que creían ir de luna de miel a una acogedora casa rural... la cruda realidad: habitación “doble” con seis literas. Puesto que el programa cultural de Sarajevo es nulo, decidimos aventurarnos en las afueras.

En tranvía y sin billete, sólo era cuestión de tiempo que nos pillaran. En esta ocasión, en lugar de una bigotuda húngara, se trataba de un bizco cheposo que vestía de cuero e insistía en llamar a la policía. Dábamos tanta pena que nos perdonaron la multa y proseguimos nuestro camino.

Como las necesidades fisiológicas apremiaban, acabamos entrando en la primera taberna que encontramos, la Tasca se encontraba atestada de hombres en el ocaso de su vida bebiendo Coca-Cola (sí, todos los bosnios son musulmanes), y viendo Esmeralda (sí, son adictos a las telenovelas mexicanas). Ante el estupor general, nos pedimos 2 “Sarajeuvsko piwo” de medio litro y nos dispusimos a jugar al ajedrez.

No tardamos en hacer amigos, entre ellos un bosnio que decía haber jugado en la división de honor del “Balonmano Santander”.
Los colegas así como las invitaciones a cerveza nos llovían por doquier. Un hombre, incluso, nos quería invitar a la especialidad de la casa: carne picada con ajo.

Ante la repulsa que nos producía tal alimento, le mentimos diciéndole que éramos vegetarianas y el paisano, no dudó en ir al Kiosco para surtirnos de panchitos varios. Antes de un coma etílico seguro, decidimos marcharnos con dignidad despidiéndonos una por una de todas las mesas y prometiendo volver.

Continuará...

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
me esta pareciendo espectacular la cronica .
Imagery ha dicho que…
Continua ya!!

al final sobrevivisteis? me da la impresión de que ni vosotras sabéis cómo pudisteis salir de tales situaciones!!

El potorrismo desdentado no me parece necesario en esta etapa nuestra de la vida.
Anónimo ha dicho que…
jajaja, he leído nuestras crónicas mil veces y me sigo partiendo...

Pero que no decaiga, aún queda el agujero negro de Europa,una noche de "juerga" obligada en Zagreb, la caridad de las Santísimas Hermanas de Ljubljana, etc.

Gracias Madre por hacerme pasar esos momentos, y gracias a tí Felipe por publicar las aventuras y desventuras de este magnífico peregrinaje.

Sara
Portrait ha dicho que…
Joder Sara, de verdad que admiro vuestra entereza ante tamaños retos.

Nosotros acabamos de hacer un interrail de pega, ya que ibamos a casas de amigos y ademas fue en la primera Europa.

El único suceso que tuvimos fue en Alemania en un pueblo enano en el que perdimos el unico bus disponible hacia el aerupuerto (había que llamar para que viniera a buscarte, si no na)

Vino un taxista tremendamente sordido a buscarnos y crei que me cagaba encima. Afortunadamente me acorde de vuestras gestas y eso me infundio ánimo.

Esperamos deseosos vuestras siguientes entregas!!

Entradas populares de este blog

Los mejores discos de la década

Los locos de mi ciudad

El Padre Apeles y yo