Cátedra sobre lo Erasmus

Saben ustedes que cuando entramos en un fenómeno entramos a fondo. Queda mucho por hablar respecto al Erasmus y en esta ocasión es un experto en la materia, el salvaje Vaderetrocordero, el que nos trae su visión en una doble entrega. Una para nosotros y otra para Pruebas de estupidez. Háganle caso que sabe de lo que habla.

De la misma manera que la endogamia es la responsable de un buen número de taras en cualquier especie (mi perra mutante, la nula follabilidad de la población de las aldeas gallegas o ese deje paposo al hablar de los Borbones son tres buenos ejemplos), el cosmopolitismo genético produce un tipo de bellezas que, si tuvieran intención y autoría, podríamos considerar como arte (¿como era lo de Nina? ¿Medio irlandesa, medio nicaragüense?). En aras de la mejora del género humano, este proceso natural de intercambio cultural de fluidos tiene como solución, debido a las diferencias económicas entre países, la emigración. O así debería ser, aunque el puterismo imperante y estas mismas diferencias económicas hacen mella en la buena voluntad de la teoría. ¿Pero qué ocurre cuando estas diferencias desaparecen? El Erasmus no es otra cosa que la respuesta europea a la necesidad natural de la juventud de aprender a decir en otros idiomas “¿Aún no te has corrido?” o “Tengo un prejuicio con que me coman el culo”, que junto con “¿Donde está el servicio?” y “Dos cañas” son la base de la comunicación humana.

Oye, un tío majo el Erasmo, ¿que no?

En lo amistoso el mundo Erasmus amplía tu red social tanto en extensión geográfica como en intensidad, ya que si caes con gente realista, todos saben que, salvo excepciones, no volveréis a veros después del curso y uno se entrega a fondo, haciendo grandes amigos en dos días, en un ambiente que, por otra parte, es muy propicio a la promiscuidad emocional: El lenguaje verbal no es suficiente en muchos casos y todo está regado de alcohol en abundancia. Griegos y gabachos son además especialistas en organizar fiestas de despedida donde te hinchas a llorar o acabas travestido.

Perdió su sentido del ridículo en una Erasmus Party

También te permite visitar una gran cantidad de pisos en alquiler de tu ciudad que sabes que se quedarán libres en junio. En el aspecto potórrico, para las naturalezas sociables sin ánimo de compromiso el Erasmus es la panacea: Al margen de las esporádicas Maniobras Orquestales en la Oscuridad que se pueden producir en cualquier sarao multicultural juvenil etílico, existe la posibilidad de que uno quiera dedicar un curso académico intensivo a algún idioma en concreto. Como me dijo un oficial retirado de la Armada Francesa en Argel, “la mejor manera de aprender un idioma es sobre la almohada”. Mi actual nivel de francés y lo poco que sé de griego (no, no es una coña con doble sentido) los conseguí gracias a esta filosofía. Además, saber que una novia te va a durar como mucho hasta junio hace que también te entregues a fondo. De no ser así corres el riesgo de abandonarlo todo para ir a plantarte en un país extranjero y descubrir que allí no pintas nada. Y es aquí donde nos adentramos en el reverso tenebroso que analizaremos en “Pruebas de Estupidez”, si el señor Milgrom tiene a bien.